Escuela de ayer, escuela de hoy
En cualquier ámbito de la vida, también desde la escuela, ya desde hace unos años hemos venido asistiendo a una nueva creación de la historia del mundo, «el individuo«
Hasta hace muy poco tiempo, para la Iglesia, los partidos políticos, los medios de comunicación o los colegios, lo que existía eran grandes masas de fieles, de seguidores y votantes, de lectores o vídeo-oyentes y de alumnos respectivamente. Pese a todo ello, el papel predominante que ha jugado el individuo en la fase actual del desarrollo de este capitalismo feroz ha hecho que lo colectivo parezca un valor anticuado. El individualismo ha sido en la última época un sello característico y dominante de la sociedad occidental actual.
Sin embargo, la preocupación por los demás es también una tendencia natural del ser humano. Ya decían antaño los filósofos que el hombre es un ser social, un ser que no puede sobrevivir de manera aislada. Dicho de otra manera, que fuera de la colmena, la abeja es tan sólo una mosca (Voltaire). Las conclusiones de estos filósofos hace décadas, adquieren hoy una mayor importancia: El trabajo se hace cada vez de manera más grupal y colectivo, la época de los grandes científicos e inventores trabajando a la manera de los creadores de comics o películas de ficción, ha desaparecido para la historia. Los avances científicos y los inventos ya no son producto de individuos aislados, sino de verdaderos equipos, de centros de investigación que trabajan de manera aunada. Esta necesidad creciente de favorecer la solidaridad se acrecienta en la actualidad y en especial en un mundo tan desigual y poco equitativo como en el que nos ha tocado vivir.
Afortunadamente la escuela de estos tiempos, a diferencia de la de épocas pasadas, nos enseña a conocer a los otros, a favorecer la tolerancia y el respeto por las diferencias, a conocernos a nosotros mismos y a expresar nuestros sentimientos. Ha dejado de ser una escuela que sobrevalora lo cognitivo para pasar a ser la que recupera casi del abandono la dimensión socioafectiva –debo añadir que por causa de dicho abandono, habíamos llegado a ser tan frágiles en el manejo de afectos y sentimientos–.
El mundo actual requiere de nosotros ser individuos más equilibrados socioafectivamente. La época que nos toca vivir y la cultura que la define nos enseñan a diario el debilitamiento de la autoridad, la estabilidad y la comunicación familiar. Si miramos a nuestro alrededor, vemos soledad, aislamiento, y en algunos casos depresión. Quizá en un futuro, podamos leer críticas sobre la comida basura, el chateo, la televisión… que tanto contribuyen a generar ese aislamiento y esa depresión antes mencionadas, pero lo cierto es que cada vez tenemos menos de todo, sobre todo, menos comunicación y menos afecto.
Hemos ido eliminando a pasos agigantados el tiempo libre. Ya ni en la intimidad del baño o de la noche más profunda y hermosa deja de sonarnos el móvil, o de encenderse – sin aparente necesidad – el televisor; y es que… «Alguien se empeña en que sigamos trabajando o estudiando» y conectados al trabajo y al estudio por móvil, ordenador, red, etc., le quitemos tiempo a la familia, a la diversión, a la lectura o al deporte. La mayoría de las empresas nos exigen disponibilidad completa, pero a cambio sólo nos ofrecen inestabilidad, incertidumbre, grandes dosis de ansiedad y… ausencia, casi absoluta,de comunicación.
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Comments on this post
Buen artículo y buena reflexión. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Nos estamos volviendo locos y en un futuro lo pagaremos, si no lo estamos pagando ya. Me ha encantado Fer.
como siempre acertadas reflexiones amigo. un abrazo