Pobre y desdichado rey
Por Laura Campo Cabeza, alumna de ADIR 1º (accésit)
Pobre y desdichado rey
llorando sobre sus riquezas
apenado porque su pueblo
hambriento, sucio y analfabeto
no lo ama.
Pobre y desdichado rey,
si él lo da todo por su pueblo,
sentado en su hermoso trono
de oro y brillantes,
les escucha quejarse
por el hambre.
Pobre y desdichado rey
se desespera por no poder
hacer nada
por paliar las necesidades
de su pueblo
mientras acaricia, entristecido,
los reposabrazos de su dorado trono,
con gemas incrustadas.
Pobre y desdichado rey.
Nunca nadie lo amó,
nunca un vástago engendró,
y ahora, apenado,
escucha cómo muchos
se frotan las manos
al ver como su fin se acerca,
para apoderarse de su trono,
su pueblo y sus riquezas.
Pobre y desdichado rey,
qué será de su pueblo
cuando muera,
quién se preocupará por ellos.
Pobre y desdichado rey,
llorando sobre sus riquezas.
Él que luchó contra reyes
que sólo se preocupaban
por acumular riquezas
y, aun así, nadie lo ama.
Pobre y desdichado rey
comiendo solo ricos manjares
en su enorme mesa
de noble madera,
Y, el pobre y desdichado rey
se preguntaba si no habría nadie
en el mundo
que quisiera compartir aquellos ricos manjares
con él, pues era una lástima
que aquella mesa,
repleta de ricas y exóticas
frutas, carnes y postres
fuese casi intacta a la basura,
sin saber, que desde la puerta
del gran salón, ostentosamente adornado,
observaba el cocinero,
que había trabajado,
durante muchas horas,
para preparar todo aquello,
y esperaba las sobras
del pobre y desdichado rey,
para paliar, no sólo su hambre,
sino el de toda su familia y
la de los trabajadores del castillo.
Pero el pobre y desdichado rey
no comprendía que iba mal
y observaba su aspecto
delante de su hermoso
y enorme espejo.
Frente a él se reflejaba
un apuesto hombre
alto, fuerte y bien conservado,
con ricas y hermosas vestiduras
de fino terciopelo.
Pobre y desdichado rey
solo en su enorme cama
se tapa con las sábanas
de lujoso algodón,
traído desde el lejano sur.
Llora por ser tan desdichado,
sin saber que, en plena noche,
su pueblo no dormía
sino que afilaba sus guadañas.
Ay, pobre y desdichado rey
que en tu propia casa no estás seguro
y son los que en quien más confías
los que abren las puertas
de tu hermoso castillo,
y se hacen a un lado.
Pobre y desdichado rey
si hubieses sabido,
que el mismo que cocinaba
para ti, te traicionaría
y guiaría
a tu sucio, hambriento y analfabeto pueblo,
hasta sus aposentos,
donde tú, cansado de llorar
te habías quedado dormido.
Pobre y desdichado rey,
ni siquiera te despertaron,
ni siquiera te dieron la oportunidad
de hablar o defenderte.
Y allí, en tu lecho,
donde de joven
lo llenaste de sueños de esplendor,
de esperanzas y de amor.
Pobre y desdichado rey
sin mediar palabra
te cercenaron el cuello,
y mientras tu sangre,
se escapaba de tus venas,
y teñía de rojo
tus blancas sábanas,
se reparten tus riquezas.
Pobre y desdichado rey,
nadie llora tu muerte,
pero todos la celebran.
Pobre y desdichado rey,
que en tu lugar ponen
a quien para ti cocinó
y una vez te aconsejó.
Pues lo que nunca sabrás,
pobre y desdichado rey,
es que hiciste todo
lo que él te mandó,
y que, si nunca nadie te amo,
fue porque él así lo planeó.
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